Seguidores

lunes, 15 de abril de 2024

Lorca: otra mirada

Un librazo sobre Lorca ha caído en mis manos, que no es otro que el del controvertido profesor José A. Fortes, (Lorca: otra mirada. Fraude y Leyenda).

Es una obra muy interesante por la documentación que aporta y pone a disposición del curioso. Estamos muy habituados a que, tal vez influidos por el periodismo, se preste poca atención a las fuentes administrativas, de oficio, pero mucha a los testimonios orales de difícil comprobación y confrontación. Existe cierta relajación en la tarea del historiador. En lugar de comprobar el origen de un concepto y su contenido, se prefiere, en la mayoría de los casos y por comodidad, o interés, fiarse del trabajo de otros, (que en teoría han andado el mismo camino y gozan de cierto ascendiente en el mundo académico o de la cultura). Hay que retornar a los archivos, que es una tarea ardua pero necesaria, si se pretende conocer la verdad y no reincidir en la leyenda. Y eso es lo que ha hecho el profesor Fortes. En lugar de sumarse a la dinámica de lo que no conviene remover prefiere rastrear en el origen del asunto y recurre a algo tan sencillo como la revisión de la documentación de oficio, expedientes administrativos y consecuentes resoluciones en asuntos de censura, pero también de notas publicadas en prensa y revistas del régimen. De este modo viene a demostrar que la obra literaria de F. G. Lorca circuló libremente durante la Dictadura y pudo adquirirse en librerías o representarse, en el caso de la dramática, en los teatros, pero desde fecha muy temprana, apenas terminada la contienda. Y del mismo modo demuestra que el aparato del régimen quiso hacer suyo al autor, por considerar su obra expresión clara de la España tradicional, (porque realmente la de Lorca puede tener dos lecturas, simplemente dependiendo de la puesta en escena), por lo que no estimó necesaria la prohibición o persecución de su trabajo o divulgación de este; y que siempre existió entendimiento entre los jerarcas del régimen y la familia del artista en las direcciones descritas. E incide en la manipulación y comercio de la vida del personaje y su creación, según las circunstancias políticas, que las convierten en un gran negocio.

El libro no es de lectura fácil, especialmente al principio, porque emplea el sarcasmo y abusa de la terminología marxista, pero después, cuando se detiene y aporta el dato, se convierte en algo verdaderamente interesante y difícil de obviar.


domingo, 14 de abril de 2024

Alhambra es una marca

Hay gente que presume de que los echaron de Facebook, poca cosa. Yo podría ahora mismo estar alardeando de haber sido expulsado de la Alhambra, ayer, sin ir más lejos. Pero no pudo ser. Bien es cierto que propósito no tenía, intención no había, que no lo buscaba, pero los astros se conjuraron en mi contra.  Por suerte supe torear y salir por piernas del lance, todo quedó en aviso de la autoridad competente. De lo cuál me arrepiento porque he perdió ocasión de ganarme otra medalla que acreciente mi negra leyenda, esta vez sin el edding 500 en la mano.

Tiempo ha, cada cual, hijo de su padre o de su madre, podía entrar en la Alhambra como Pedro por su casa, y sentarse en las bancadas a comer pipas o fumar unos canutos. Entonces se veía a los leones del patio más sonrientes. Era un espacio donde no existía el tiempo sino el estar. El sol se detenía en su viaje y uno se perdía en los atauriques que conducen a la nada o al dios más ininteligible. Ahora la Alhambra es un pasillo, por el que circulan seres humanos como las vacas que conducen al matadero. Todo son prisas, está prohibido detenerse. ¡Vamos, vamos! Para organizar tan asoladora tarea se reparten sujetos de ambos sexos, armados de acreditación, que vigilan atentos al revoltoso, que es aquel que se distrae en demasía, retrocede o alza la voz y comenta, o emite juicio alguno, ilustra, o discrepa, con compañero o amigos. Basta con que uno de aquellos del pinganillo sospeche, o se figure que eres guía, para señalarte con el dedo acusador y recordarte que hay normas que respetar, que no son otras que callar y seguir adelante, como borrego o niño, (video de Pink Floyd), que se precipita en la máquina que lo convierte en carne picada. Fueron momentos tensos, instantes en los que uno se descubre en el túnel y olvida el resto, se defiende como minotauro herido y busca la luz para escapar. Mas todo quedó en vaga amenaza, aunque me siguieron hasta la puerta, (lo cual tenía cierta gracia, por lo ridículo), por si abría otra vez la boca y decía alguna nueva indiscreción. Matarán la gallina de los huevos de oro o vendrá un Cristo que los saque a latigazos del templo.


martes, 9 de abril de 2024

Catábasis y otros lances

Del faraón Rampsinito, si es que existió alguno con ese nombre, daban razón Heródoto y contaba que volvió a la vida después de ganar a los dados a Démeter, que estaba en los infiernos. El asunto demuestra varias cosas, la primera que la diosa no controlaba a la Suerte, ni a la Fortuna, sino que se sometía al Azar del Destino, por lo que deducimos que sus poderes eran limitados. La segunda viene a colación del dato de que Démeter estaba en el Hades, que es donde vivía su hija, Perséfone, lo que significa que podía verla a diario y no sólo seis meses como nos cuentan otras versiones, todo ese rollo de la primavera y el invierno. Y la tercera es que tenía buen perder, porque de lo contrario, si hubiese sido una Atenea, por ejemplo, hubiese convertido a Rampsinito en taba o algo por el estilo, que era lo que solían hacer los dioses cuando alguien les tocaba las narices, véase Aracne o Marsias. Claro que todas estas variantes son cosa de un poeta romano llamado Ovidio. Este Ovidio hizo mucho daño, porque inventó lo que quiso y probablemente en favor propio, para hacerse el interesante. Si de lo que se trataba era de poner en tela de juicio a los olímpicos, mejor las versiones de Luciano el de Samósata, que son tan chistosas como la historia de Heródoto.


lunes, 8 de abril de 2024

No se equivocó la paloma, sino nosotros

Lo de la paloma, que no era mensajera, me sucedió en Florencia y lo cuento para que se note que viajo. Fue un día veraniego que subimos a San Miniato al Monte, desde donde hay unas vistas panorámicas de la ciudad espectaculares, y de allí bajamos andando hasta el Arno, y paramos a la altura de la Piazza Nicola Demidoff, que hay un giardino público. Por supuesto que fue una paliza, que llegamos buscando desesperadamente un banco donde sentarnos y recuperar el resuello. Allí hicimos un alto, bebimos agua y aprovechamos para emprenderla con unas galletas maría que guardábamos para las situaciones extremas, como los hobbits las suyas. No me extenderé mentando lo a gusto que estábamos en tales circunstancias, recostados y estirados sobre los listones de madera mientras veíamos a lo lejos el puente Vecchio.  Era un momento único que invitaba al ensueño y la fantasía. En esto que acude una paloma a nuestro entorno caminando a saltitos porque, ¡oh, triste destino!, no tenía más que una pata, pero sin perder la dignidad del ave emblemática. Blanca como la de la paz, pero sucia de polvo y barro.  El pobre animalito acudía renqueando en busca de un oasis como nosotros habíamos hecho. Comprenderéis lo enternecedor de la escena. Aquella pobre ave era digna de misericordia. Miraba de lado, con timidez o miedo contenido, apoyada en su única extremidad igual que el flamenco para dormitar. Cada uno de nosotros imaginó una triste historia en la que la pobre perdía la pata: un cepo traicionero, un gato agresivo, una malformación de nacimiento… Y allí estaba, a nuestra merced, buscando amparo, sembrando de incertidumbre nuestro corazón satisfecho. Para paliar su triste existencia, decidimos compartir unas migajas con ella, facilitarle el tránsito por este valle de lágrimas que nos condiciona a todas las criaturas vivas, seamos de la taxonomía que seamos. Ella comprendió nuestro propósito y se acercó alegre, picoteando aquí y allá, sin preocuparse ya por nuestros propósitos que identificó como bondadosos. Y nosotros, felices por nuestra buena acción, seguíamos facilitándole pedacitos de galletas, que no le faltasen, que ese día fuese un día de fiesta para ella y redención para nosotros.

Pero he aquí que no tardó en acudir otra avecilla, pariente suya, y otra más, y muchas más, a participar del improvisado festín, milagro de la multiplicación de los panes, que aquello empezó a salirse de madre como partido de fin de liga. Fue entonces, siendo muchas a repartir, cuando nuestra amiga sacó la pata que le faltaba, que escondía muy bien la traicionera, y se enzarzó con sus hermanas por lo que consideraba suyo, pero ya sin vergüenza ni consideraciones, sin mirarnos a la cara siquiera, que parecía otra, sino interesada sólo por lo que concierne al estómago, en este caso el suyo. Aprovechando la batalla salimos por piernas, a riesgo de llevarnos una mugrienta condecoración de recuerdo. Esto de las palomas es un desengaño. No te puedes fiar de ellas. Qué os voy a contar si todos conocemos el cuento.


domingo, 7 de abril de 2024

La culpa la tuvo Ramsés

Con esto de la calima se acuerda uno de Los diez mandamientos, aquella película de Cecil B. De Mille con Charlton Heston haciendo de Moisés, antes de que cambiase las tablas de la ley por el winchester, o se pelease con unos monos parlanchines. Amenazaba el patriarca bíblico a su hermanastro el faraón con convertir el agua del Nilo en sangre, y lo conseguía, como cuando un palo se volvió serpiente. Luego nos hemos enterado por la ciencia que no era cuestión de glóbulos rojos sino de barro que arrastra el viento del Sáhara y lo pone todo perdido. Así está el cielo ahora que no se ve un burro volando, ni a los políticos. La culpa de lo de Gaza lo tienen los faraones, que se dejaron engañar por los judíos. Si Ramsés hubiese tenido ocasión de leer la Biblia no los hubiese dejado salir de Egipto hasta que apareciese Jesucristo, que hubiese convertido el agua en vino y el futuro habría sido más divertido.


sábado, 6 de abril de 2024

El cuerpo de Lorca, Carabanchel

Leo que han hecho un muñeco de Lorca y lo han enterrado en Carabanchel, pero para que todo el mundo pueda verlo y pisarlo. Por eso la tapa del sarcófago es de cristal, algo así como la caja que guarda la figura del Cristo muerto que sacan a deambular por las calles en la Semana Santa, y que no pase frío. Es un Lorca muy formalito, como niño en foto de la escuela de pago que va a hacer la confirmación y espera la sagrada forma con los brazos sobre la barriguita, vestido a la antigua, que parece el general Torrijos, pero con los ojos cerrados. No se le ven los orificios de las balas. Claro que eso de que lo fusilaron es cosa que se cuenta, pero de lo que no hay prueba mientras no aparezca el cuerpo, o lo que quede de él. Cuesta trabajo llamarlo desaparecido. Dice el artista, (que se llama como el cura Merino), que ha querido homenajear al mejor poeta de la historia. Es verdad que al poeta le gustaba hacerse el muerto, lo contaba Dalí, pero porque le gustaba estar vivo. Ya solo falta que acudan los de la memoria a ponerle una corona de flores y lo den por bueno. Es este, el negocio de los santos, cosa que viene de antiguo, de los egipcios, porque genera pingües beneficios en torno al santuario y las reliquias. En esta ocasión los granadinos no han estado despiertos, la peregrinación será a Madrid. Se han quedado sin romería.


viernes, 5 de abril de 2024

Los godos, genio y leyenda

De godos siempre hay leyendas que gusta uno de repasar y ampliar, inventar si se presta. No falta ocasión para añadir detalle a alguna y retrotraerse a Hércules si se tercia. Tienen estos godos, lejanos parientes nuestros, un empedernido acento a fake new que arrojan desde antes del romancero sobre nuestras cabezas. Tipos altos y rubios, de ojos azules y coletas hasta las tetillas, y señoras como aquellos, pero recias, capaces de llevar a hombros una vaca; algo así como unos extraterrestres venidos de otro mundo, pero en catanga. Sin embargo, eran muy brutos, pero con una idea muy clara de lo que querían: un reino cristiano que se perpetuase por los siglos de los siglos en el confín del mundo. Ellos, sin saberlo, ya querían formar España, guiados por la providencia divina, como bien vaticinaran los teólogos de entonces, Orosio e Isidoro, por mencionar los más populares. Pese a todas las señales, estos godos anduvieron despistados, matándose entre ellos por mandar sobre el resto. He aquí, y siempre guiados por la doctrina católica, que, por no hacer acto de contrición, Dios los mandó al purgatorio en forma de musulmanes que estuvieron de paso unos ocho siglos, y dos más de ocupas, pero sin mezclarse en todo ese tiempo con los hispanos que nunca dejaron de ser romanos. Luego a los godos se les perdió la pista, pero dejaron buen recuerdo, como ese tío lejano que se fue a las indias y se quedó en ellas, y mandó una foto fumándose un puro. El resto es historia.

miércoles, 3 de abril de 2024

Protestones

Tiene miga que en los tiempos que corren tenga que ser un abuelete el que aporte un discurso disruptivo y provocador contra lo establecido. En la época en la que yo me críe eran los jóvenes los que ponían en tela de juicio cuanto les rodeaba. Los de ahora tragan lo que les echen, sobre todo si llega por la red. Claro que he terminado descubriendo que aquellos jóvenes rebeldes son los mismos de antaño, pero ya octogenarios. Es decir, que la protesta estaba en su naturaleza y siguen haciendo uso de ella, como Unamuno: contra esto y aquello. Y además poseen una notable biblioteca y la han leído. Temblad cuarenñoñes.





sábado, 30 de marzo de 2024

Bocarrayo

 Yo tuve un tío abuelo lejano que apodaron Bocarrayo. El mote se lo pusieron en una comida familiar los primos con los que se sentó a la mesa, movidos por su audacia. El marco temporal de la efeméride podemos fijarlo durante la posguerra, cuando los menús no eran tan sofisticados como en los días que corren, aunque sean de hamburguesa con patatas. De primero había huevo frito. De segundo y tercero, si lo hubo, no tengo noticia por la anécdota. Esta sigue por cuando pasó el camarero a su altura y fue poniendo un huevo frito a cada uno en el plato. Este tío abuelo, que llamaré Miguel, ni corto ni perezoso, agachó la cabeza y se tragó el huevo de un sorbetón, así, sin anestesia. Al instante se levantó, pidió vena al que iba sirviendo y le aviso de que a él no le había puesto, levantando su plato, limpio como una patena, como testimonio del olvido. El camarero manifestó su sorpresa e incredulidad por el suceso, pero eran tantos los invitados y el trabajo que tenía por delante que no se detuvo a más averiguaciones y le puso otro. Y fue así como Miguel se ganó el mote. Andando el tiempo, mi hermano y yo, probablemente algún que otro primo-hermano, tras haber oído tantas veces la anécdota de boca de la abuela, hicimos intentona de emularlo, sin éxito y con el resultado de alguna que otra condecoración inoportuna que desagradó profundamente a mi madre.


jueves, 28 de marzo de 2024

Atípicos

Estaba en la calle Arquitecto Berges, justo donde hace esquina con la peatonal de Joaquina de Verd, el quiosco que captó mi atención una de las primeras veces que visité Jaén, porque estaba repleto de tebeos, pero de los interesantes. Por aquel entonces yo no sospechaba los años que me quedaban por delante para detenerme no una sino muchas veces frente a su escaparate. Lo regentaba un hombre que cojeaba de un pie, - debía tener alguna minusvalía -, pero que tenía mucha vista para los negocios. No recuerdo su nombre, tal vez Antonio. Andando el tiempo se mudaría a Granada, muy a pesar mío, es busca de nuevas perspectivas económicas que Jaén no le proporcionaba; pero eso fue años después. En la ciudad de la que hablo inició un atisbo de expansión. No sé qué tratos tuvo ni con quién, pero no tarde en verlo involucrado en un nuevo negocio de prensa y revistas que se abrió junto al hotel Condestable. La tienda en cuestión se llamaba Atípicos y como su nombre indica se salía de la norma de lo que en una ciudad de provincias podía uno encontrar en lo relativo a publicaciones. Allí, además de acceder a muchos comics y fanzines, tuve ocasión de conocer a Javier de Automatics, que era un grupo musical de Linares con mucha proyección en los años 90 y que no ha dejado de dar guerra desde entonces, aunque de forma intermitente. La verdad es que de música hablábamos poco, para mí era sólo el dependiente de la tienda, y lo hacíamos básicamente de cómics. Me enteré de que tocaba en Automatics por casualidad, porque lo reconocí en una foto de una revista musical, (ya no recuerdo en cual), que se repartía o vendía por los pubs de Jaén, vaya usted a saber. Por desgracia, la tienda terminó cerrando, como todo en esta vida, y a Javier le fui perdiendo la pista. La última vez que lo vi trabajaba en el cine Avenida, reconvertido en área recreativa, que también terminaron cerrando. Charlamos de la tienda con nostalgia y también del futuro, tenía ganas de hacer nuevas cosas y sueños.

Recuerdo que su socio, el tipo del que hablé al principio, el que se embarcó en la aventura de Atípicos con él y decidió buscarse la vida en Granada, siempre se quejó de que a Javier la música lo había apartado del negocio.

Todo este rollo viene a cuento de que sigo pasando con cierta frecuencia por donde estuvo aquel quiosco, y de él no queda más que el cimiento de hormigón, una base cuadrada de unos veinte centímetros de altura, de lo que sobre él hubo. Una especie de lapida moderna o testimonio de una era que se la llevará el olvido como las lluvias de primavera a las primeras flores, porque aquellas también lo fueron.